viernes, 2 de diciembre de 2011
Prensa
Los extraños hábitos de Don Antonio del autor Octavio
Salazar-Villava
“Esta puesta está basada en una nota real de un periódico novohispano de inicios del Siglo XIX, además de una investigación documental que duró siete años, también incluyó la necesidad de construir un discurso
sobre la tolerancia y la defensa de ciertos derechos básicos para tomar decisiones sobre la propia vida.”
¿Hasta dónde puede cambiar lo que somos en la forma de vestir?, aquí Antonio de Hita, que le toca vivir en la época de incipientes movimientos independentistas en América y el expansionismo de la Francia Napoleónica, va a dar a la ciudad de Cochabamba del Alto Perú, actualmente Bolivia, guardando un secreto que es descubierto debido a las confesiones de su esposa con un sacerdote.
Vemos dos planos en el primer acto, donde, por un lado está el confesor y, por el otro, Antonio de Hita. Vemos por un lado a la esposa con el confesor, donde nos enteramos de cómo este secreto es descubierto, hasta llegar al momento en que todo esto ya no se queda en el confesor, provocando una serie de situaciones que van desde el humor negro hasta sensaciones y sentimientos muy encontrados, porque pasan de la risa a la tragedia, y nos hacen partícipes. Por lo menos yo, después de ver esta puesta en escena que ocurre por 1803, me alegro de vivir en esta época, y me pregunto qué hubiera pasado si estos hechos hubieran ocurrido en nuestros tiempos. Quizás la reacción hubiera sido otra.
Nos habla de la discriminación hacia la mujer, pues, para poder lograr algunas metas, se tiene que valer de situaciones como las vistas en esta obra, donde no faltan discusiones sobre la procreación, además de salir a relucir la inquisición y el poder de aquel entonces de la Iglesia Católica.
Los actores, bajo la dirección de Octavio, hacen un trabajo que convence; Marco Vinicio Estrello como el confesor al final tiene una reacción debido a las palabras y explicaciones del comportamiento de
Don Antonio; Marina Michel como la esposa también tiene un peso porque ella, de alguna forma, provoca todo. La actuación que no nos deja duda de su trabajo corre a cargo de Brisa Rosell con un muy convincente Don Antonio. Esta puesta se presentó por única vez en el Teatro de la Lotería, dejando una impresión muy favorable en los ahí presentes, los tres actores están nivelados.
Con un final esperado debido a la situación de la época, tanto el vestuario como la música son adecuados; hay poca escenografía como una mesa con dos sillas por un lado y dos sillas del otro que se mueven de acuerdo a cada escena, así como el baúl que aparece ya en la segunda parte, después del intermedio.
Según nos comentaba el director, van a tener temporada en un teatro de la colonia Hipódromo-Condesa a mediados de año. Vale la pena estar
al pendiente, es un trabajo donde estoy convencida de que cada quien sacará sus conclusiones, pero lo único seguro es que mueve muchas fibras internas además de ser el reflejo de una época que, como todas, tuvo lo suyo.
Los invito a conocer la página www.artesescenicasmexicanas.com.mx así como los blogspots: artesescenicasmexicanas.blogspot.com y enlace.escena.blogspot.com
elrincondelsiempreignorante.blogspot.com o nuestro face: artes escénicas mexicanas.
Esther Zychlinski
Mayo 22 del 2012
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